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La Ganadería de Carne y sus Desafíos

Han pasado más de 30 años desde que el confinamiento de ganado de carne llegó para quedarse en la Argentina.

A fines de la década de 1980, comenzó esta modalidad en un país que, hasta entonces, se había caracterizado por la terminación del ganado a pasto. Difícil era comprender y difundir esta actividad novedosa  que, en la opinión de especialistas de la época “no funcionaría” y solo tendría efecto en los momentos en que el maíz (y otros cereales base de la dieta), resultaran baratos.

Sin embargo, muy pronto se comenzó a apreciar una calidad diferente y se valorizaron rápidamente los animales terminados a muy bajo peso, lo que dio origen al “Ternero Bolita”, preferentemente hembras, que por su precocidad garantizaban buen grado de terminación a un peso  que  no superara los 220 kilos vivo o que asegurasen medias reses de menos de 70 kilos, peso por  sobre el cual se recibía un castigo en el precio, que en algunos casos superaba el 10 %.

 Durante estas tres décadas, en sucesivos viajes por países pioneros en el engorde a corral, como Estados Unidos o Australia, productores de punta y con acceso a los mercados que mejor pagan, comprobamos que, en la Argentina, no estamos en sintonía con lo que debe ser una “cadena de producción de carne” eficiente.

Más kilos de carne     

Para productores y técnicos de aquellas latitudes, es muy complejo entender que sigamos faenando animales con 300 kilos, o poco más,  cuando contamos con una genética adaptada para faenarlos con 450 o más, aprovechando las normales curvas de crecimiento y maximizando la cantidad de kilos de carne de calidad en sistemas de encierre.

Es verdad que contamos con distintos biotipos, según la región del país donde nos encontremos. Fundamentalmente aquel ganado con cruzas indicas, de elevado valor genético, suelen tener un frame (tamaño) algo mayor. También en las razas británicas hay diferencias, pero hasta los de menor frame podrán entregarnos muchos más kilos de carne por individuo y de calidad mejorada con relación a los que estamos logrando en la actualidad.

Mientras que en otras regiones del planeta, tal el caso de  Estados Unidos, están abocados a incrementar el peso de faena, registrando una tasa de extracción creciente de kilos de carne por animal, en la Argentina seguimos debatiéndonos para hacer eficiente un sistema que sólo será rentable si pierde algún eslabón de la cadena de la producción de carne. Todo esto porque continuamos con un mercado caprichoso, que beneficia el bajo peso y el corte chico y excluye el tamaño mayor de faena. Es de destacar que la calidad de carne en lo que se refiere a color, sabor, jugosidad, etc., no se altera por incrementar un 50 % sobre los 300 kilos el peso de sacrificio.

Una pregunta recurrente es si estamos haciendo bien las cosas, en cuanto al proceso de recría y terminación de los animales se refiere. Este es el punto a trabajar, escapando a ataduras del sistema productivo de los establecimientos de engorde a corral en la Argentina. Advertimos muchos puntos de ineficiencia y de incremento de costos por nuestras costumbres estabilizadas y únicas en el mundo del engorde intensivo de ganado bovino.

 Dieta y manejo         

Es muy difícil hacer rentable la explotación con una pasada  de 60 a 90 días por los corrales con dietas finales, para animales que entran con 180/200 kilos y salen con 300/310. En general, en la Argentina, los animales ingresan al corral de engorde al destete viniendo de procedencias e historias nutricionales y sanitarias bien diferentes, aunque luego se les da a todos el mismo trato. Ni siquiera estamos diferenciando entre machos y hembras en cuanto al manejo y dietas.  Esto conlleva  problemas de engrasamiento excesivo en hembras o animales de frame chico. Hoy, verificamos performances estandarizadas por parte de distintos establecimientos, que al ser evaluadas desde el punto de vista económico, no resisten continuidad del sistema.

Distinto seria si, por ejemplo, mirásemos el sistema Australiano, donde hay un grupo de animales para faena mercado local, que permanecen entre 75/100 días en el feedlot, pero que ingresan  con 350 o más kilos con una recría previa. Ello garantiza una estructura corporal apropiada para dar la terminación de calidad requerida por el mercado.

En Estados Unidos o Australia (líderes en estos sistemas), los animales ingresan al corral de engorde para su terminación, con un peso que oscila entre 280 y 400 kilos de peso vivo. Si bien cuentan con animales con un mayor tamaño (frame), tienen un proceso de recría previo, en el cual se da desarrollo corporal sin engrasamiento y a un precio, en general, más bajo que el kilo producido en el corral.

En nuestro país,  se habla de recría de manera creciente. Inclusive,  muchos productores de ganado en sistema de FeedLot  intentan  recriar, con diferente suceso. El comentario frecuente es que los animales “se engrasan” aún con dietas de recría. Esto es verdad y se realiza porque se intenta recriar animales con dietas producidas en el establecimiento, con los mismos ingredientes que utlizan para la terminación; a saber: grano  de maíz, silaje de maíz, subproductos, como  afrechillo de trigo, harina de soja o girasol, henos, etc.

Para hacer una buen recrecía, lo primero que debemos comprender es que la ganancia diaria debe estar limitada y que, dependiendo del frame, el sexo y el peso de ingreso, no debería ser superior a los 0,800/1,00  kilo/cab/día. Esto, además, garantizando una alimentación con muy buenos niveles de fibra apropiada y tenores necesarios de proteína de calidad, pues se trata de animales que están en pleno desarrollo y sus curvas de crecimiento requieren incorporar músculo y no grasa, siempre al máximo de eficiencia de ganancia que redundará en un mínimo costo por kilo producido.

Sorprende que aún se evalúen determinadas dietas por el costo por kilo de ración y no por lo que dará como resultante el costo del kilo producido. Hay que mejorar los índices de conversión. Por supuesto que si a un animal destetado con 180 kilos, le ofrecemos una dieta con buena energía (base maíz) y poca proteína (11 % por ejemplo), va a ganar peso, pero se va a terminar (engrasar) muy prematuramente, debido a un desbalance energía / proteína y con un costo elevado por kilo producido. Hay que recordar que el tejido de mayor costo de producción es la grasa.

En general,  las dietas que se utilizan en la actualidad están por debajo en calidad y cantidad de proteína. Esto es lo que se observa en gran parte de las recrías que a diario vemos en los engordes de la Argentina. Poca proteína  (y de baja calidad, en ciertos casos) y niveles altos de energía, aún en circunstancias en que el productor cree que por usar altos porcentajes de silaje, se asegura una buena recría y un bajo engrasamiento precoz. Hay que ser más precisos y analizar rigurosamente los ingredientes utilizados y la ración final lograda. Disponer de datos realmente confiables es lo que le falta a nuestro sistema de producción a corral, en general.

Un planteo de recría lógico y también eficiente es posible, aunque no necesariamente en el establecimiento de finalización. Si se hace lo que corresponde, pensemos en destetes de 170/200 kilos, dependiendo de la región del país y el planteo productivo del criador. Realizar una recría  hasta los  250/280 kilos durante 80/100 días y luego  llegar a superar los 400 kilos en el corral de engorde daría mejores costos y óptima calidad. Los kilos producidos en recría tendrán un costo sensiblemente inferior al del corral de engorde final donde el animal deberá deponer más grasa para dar terminación y este tejido, es definitivamente de alto costo de producción aunque necesario para dar grado de terminación y calidad a la res.

Eficiencia y rentabilidad       

La recría podrá realizarse por parte del criador, el recriador o del engordador,  ya sea sobre pasturas suplementadas o en el corral. Las dietas deberán ser verdaderamente de recría, con altas cantidades de fibra de calidad, tenores apropiados de proteínas y energía que acompañe de manera precisa el proceso. Los ingredientes a utilizar deberán estar adaptados para la recría y no será nunca el animal a recriar el que deba adaptarse a los componentes disponibles para la terminación, donde, por ejemplo, las cantidades de fibra y/o proteína son limitadas.

En esta adaptación a la eficiencia, los productores de ganado a corral, deberán priorizar la calidad de ganado al ingreso, entendiendo que de acuerdo a la historia sanitaria y nutricional, el sexo, el peso de ingreso, por señalar algunos parámetros, harán que entre lo bueno y lo malo haya diferencias en performances productivas que, en algunos casos, superan el 30%. Es decir que un animal que ingresa con buena historia, buena genética, buen estado corporal, etc., tiene un valor bien diferente. Esto, muchas veces, no es tenido en cuenta y luego nos encontramos con animales que convierten mal, se terminan con muchos días en el corral y con costos que, en momentos críticos, llevan a generar quebrantos.

La actualidad y el futuro inmediato  pondrán a prueba el diseño de la ganadería de carne y su producción en sistemas que, real  y definitivamente, deberán estar adaptados a los tiempos que vienen. En esto,  en la Argentina continuamos algo retrasados y mirando únicamente los requisitos del mercado interno, donde las recrías y la finalización de los animales no siempre es la  adecuada,  en lo que se refiere a un desarrollo corporal lógico, que traerá también un costo de producción  ajustado, priorizando la evolución y el crecimiento animal, para poder lograr tasas de extracción de kilos de carne de acuerdo al censo de ganado existente en nuestro país para tal fin.

Las respuestas técnicas para lograr un proceso más eficiente, están disponibles. Slo falta que trabajemos con la verdadera fortaleza de una cadena productiva con mayor integración de los eslabones responsables, para cumplir el objetivo final de retomar la senda del liderazgo como país productor de carne de calidad para el mercado interno y externo, adaptándonos para una máxima eficiencia y siempre minimizando costos para garantizar la rentabilidad del sistema.

Los partícipes de esta cadena, deberemos ajustar y ponerle costo a las diferentes alternativas de recría e ingreso a los corrales de finalización. Definitivamente hay que contar con datos para poder evaluar la eficiencia de un novillito recriado vs. un ternero recién destetado y así con otras categorías.

De esta manera, en la medida que sepamos el real desempeño de cada alternativa, se podrá pagar un precio diferencial que beneficie el engorde y su rentabilidad y dejar que otro eslabón de la cadena se ocupe de hacer eficientemente el desarrollo animal en sus múltiples opciones disponibles (corrales con raciones de verdadera recría, a campo suplementado, a campo sobre pasturas y silajes, etc.). La especialización de cada ciclo productivo, aportará enormes beneficios al sistema haciéndolo más rentable y previsible

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