La alimentación representa entre el 60 y el 70 % del costo total de producción porcina en los sistemas modernos intensivos. Dentro del costo de alimentación, la energía por sí sola juega un rol clave. Los compuestos que contienen carbono en el alimento, como las grasas, los carbohidratos y las proteínas, liberan energía cuando se oxidan. Esta energía es necesaria para procesos como la biosíntesis de proteínas, huesos y lípidos, para funciones bioquímicas relacionadas con el mantenimiento, el transporte activo de iones y el trabajo mecánico.
La energía es el componente dietético crítico que sostiene tanto el mantenimiento como la formación de tejidos, y el conocimiento del metabolismo energético y del crecimiento es esencial para comprender la eficiencia alimenticia. En términos generales, el cerdo inmaduro intentará consumir suficiente alimento para satisfacer sus necesidades energéticas de mantenimiento y crecimiento. Sin embargo, en muchas situaciones, la ingesta de alimento se ve limitada por factores sociales, fisiológicos o ambientales. Como resultado, la ingesta diaria de energía suele ser inferior a la necesaria para sostener una ganancia máxima. Por lo tanto, la ingesta de alimento y energía es un tema altamente complejo.
Si bien la eficiencia alimenticia influye fuertemente en la rentabilidad, debido a su estrecha relación con los costos de alimentación, las acciones destinadas a mejorarla pueden, inadvertidamente, generar pérdidas económicas en lugar de ganancias. Esto se debe a que las estrategias enfocadas únicamente en mejorar la eficiencia alimenticia pueden afectar otros aspectos de la producción, incluyendo el costo del alimento. Por ejemplo, aumentar la concentración energética de la dieta; si bien esta acción casi siempre mejora la eficiencia alimenticia, también puede incrementar el costo del alimento por cerdo y, al mismo tiempo, reducir el ingreso neto.

Como medir la eficiencia de alimentación
Una definición común y sencilla de eficiencia alimenticia es la ganancia de peso corporal por unidad de alimento consumido. A veces, la eficiencia se expresa en función de la energía dietaria en lugar de la cantidad de alimento. Aunque el concepto es relativamente simple, encierra el potencial para múltiples errores prácticos. Por ejemplo, rara vez se mide el alimento consumido directamente; lo que se registra habitualmente es la desaparición del alimento. Debido a diferencias en el diseño y ajuste de los comederos, el alimento consumido y el desaparecido pueden diferir entre un 10 a 30 %. Por lo tanto, es importante entender que la desaparición del alimento no refleja necesariamente la ingesta real por parte del cerdo, y que mejorar la eficiencia alimenticia en un caso específico puede ser tan simple como ajustar o rediseñar el comedero.
El rango de peso en el que se mide la conversión alimenticia también es de importancia crítica. Los animales con diferentes pesos tienen distintos requerimientos de mantenimiento; por lo tanto, al comparar grupos de cerdos en cuanto a eficiencia, debe tenerse en cuenta la variación debida a las diferencias de peso corporal en el momento de la evaluación. Existen ecuaciones para corregir estas diferencias, lo cual tiene implicancias tanto para la investigación como para su aplicación comercial. Lamentablemente, muchos experimentos se realizan hasta un punto final en el tiempo común, en lugar de un peso corporal común, lo que dificulta —o incluso imposibilita— comparar la eficiencia entre tratamientos.
Las diferencias energéticas entre dietas también pueden introducir errores inesperados o difíciles de detectar. Parte de estos errores puede deberse a estimaciones inexactas del contenido energético o al sistema de energía utilizado. Así, las diferencias observadas en la eficiencia alimenticia pueden deberse a variaciones no medidas en el aporte energético. Esto se vuelve especialmente problemático cuando se comparan dietas con contenidos muy diferentes de proteínas, lípidos o fibra.
Medir la eficiencia alimenticia, por lo tanto, representa un desafío significativo que a menudo se pasa por alto tanto en investigación como en entornos comerciales. No considerar adecuadamente los factores que afectan su medición puede conducir a interpretaciones incorrectas de los datos.

Expresión de la eficiencia alimenticia
Tradicionalmente, la eficiencia alimenticia se expresa como una relación entre el alimento consumido y el crecimiento logrado. Sin embargo, en los últimos años han surgido otras formas de expresarla. La elección del término adecuado depende del tipo de información que se desea obtener y de cómo se va a utilizar para la toma de decisiones. También debería expresarse en función de los datos con mayor grado de confianza. El problema del desperdicio de alimento, mencionado anteriormente, es un ejemplo claro.
Una modificación relativamente sencilla, pero cada vez más frecuente, es calcular la conversión alimenticia en base a la ganancia de peso en canal en lugar de la ganancia de peso corporal total. Esta corrección ha surgido debido al mayor uso de dietas con alto contenido de fibra, que afectan el rendimiento en canal al momento de la venta —donde los cerdos se comercializan y pagan por peso en canal—. Por consiguiente, las diferencias en el rendimiento en canal pueden tener un impacto considerable sobre el ingreso neto. Los cerdos adaptan su fisiología al consumo de dietas fibrosas incrementando el peso y volumen de las vísceras, lo cual no solo reduce el rendimiento en canal, sino que también aumenta los requerimientos de energía y aminoácidos, afectando aún más la eficiencia alimenticia.
Uno de los desafíos de expresar la eficiencia alimenticia en función de la ganancia en canal es contar con datos del rendimiento en canal tanto al inicio como al final del estudio. Mientras que el valor final puede medirse directamente, el inicial suele estimarse —erróneamente— utilizando el mismo valor obtenido en faena. En términos generales, el rendimiento en canal aumenta a medida que el cerdo crece, debido a que el cuerpo total del animal crece en mayor proporción que las vísceras.
La eficiencia también puede expresarse en función de la energía consumida, en lugar del alimento consumido. Este enfoque tiene la ventaja de enfocar el análisis en la eficiencia con la que el cerdo utiliza la energía dietaria, lo cual es valioso porque la energía es, con diferencia, el componente más costoso de la dieta. Sin embargo, este enfoque también tiene debilidades, siendo la principal la dificultad de estimar con precisión la concentración energética de la dieta.
Cada vez es mayor el interés en expresar la eficiencia alimenticia en términos económicos, ya que el objetivo fundamental de la producción porcina es utilizar los recursos alimentarios de la manera más eficiente y eficaz posible, lo cual se traduce en un mejor ingreso neto. Por ello, las expresiones preferidas en términos financieros incluyen: costo de alimentación por cerdo vendido, costo de alimentación por kg de ganancia de peso vivo, costo por kg de ganancia en canal y retorno sobre el costo de alimentación.

Factores que afectan la eficiencia de alimentación
La eficiencia alimenticia es una función del peso corporal, por lo tanto, a medida que el cerdo crece y se aproxima al peso de mercado, se vuelve menos eficiente en la conversión de alimento en ganancia de peso corporal. No obstante, para un peso determinado, la conversión alimenticia puede verse afectada por numerosos factores internos y externos, como se describió anteriormente.
- Factores internos
Aproximadamente un tercio de la variación en la conversión alimenticia entre animales se relaciona con procesos no vinculados a la tasa ni a la composición del crecimiento. En consecuencia, los esfuerzos dirigidos a mejorar la conversión alimenticia deben considerar estos procesos de mantenimiento. Algunos, como la tasa metabólica basal y la tasa de recambio de proteínas corporales, están al menos parcialmente bajo control genético. Otros están relacionados con la actividad física, la cual —según reportaron van Milgen y colaboradores— es proporcional a la masa proteica del cuerpo, y con la termorregulación, que varía de manera curvilínea según la desviación respecto de la zona de confort térmico del cerdo.
La función inmune suele considerarse parte de los requerimientos de mantenimiento, aunque las definiciones clásicas la excluyen. Sin embargo, la interacción entre el hospedador y los patógenos implica una importante demanda energética debido a la respuesta multifacética frente a las infecciones. Minimizar las exigencias sobre el sistema inmunológico del cerdo es una estrategia eficaz para mejorar la eficiencia alimenticia.
La composición corporal está determinada fundamentalmente por el sexo y el genotipo del animal, junto con su historial nutricional y su estado sanitario. Está bien documentado que los machos enteros son más eficientes que las hembras, y estas a su vez, más eficientes que los machos castrados. No obstante, en la actualidad, la mayoría de los productores tiene poco control sobre el sexo de los animales que cría.
Una alternativa es la castración inmunológica que representa una herramienta que permite alimentar machos enteros —más eficientes— en lugar de castrados, atendiendo al mismo tiempo las preocupaciones sobre la calidad de la carne y el comportamiento animal.

- Factores externos
Es bien sabido que aumentar la concentración energética de una dieta casi siempre resulta en una mejora de la eficiencia alimenticia. Si no se observa una mejora, significa que una deficiencia nutricional está limitando la capacidad del cerdo para responder al aporte energético, o que los valores energéticos de los ingredientes son incorrectos.
Si bien el aumento de la energía dietaria prácticamente garantiza una mejora en la eficiencia, existe una correlación sorprendentemente baja entre la concentración de energía en la dieta y la eficiencia alimenticia cuando se compara entre granjas, estudios o condiciones dietarias muy distintas. Esta discrepancia se debe a la diversidad de factores que pueden influir en la eficiencia, a la imprecisión en su medición, a las dificultades para cuantificar con exactitud la energía dietaria y a la variabilidad propia entre animales.
El manejo del procesamiento del alimento puede influir sustancialmente en la eficiencia alimenticia. Numerosos estudios han demostrado relaciones casi lineales entre el tamaño de partícula del grano y la eficiencia. También se sugiere que reducir la desviación estándar del tamaño de partícula podría mejorar la digestibilidad.
El deseo de maximizar la eficiencia alimenticia mediante una molienda más fina debe equilibrarse con los costos de procesamiento adicionales, posibles problemas de fluidez del alimento y posibles impactos en la salud animal, como las úlceras gástricas. Estas se vuelven más problemáticas cuando el tamaño de partícula cae por debajo de los 500 micrones.
El peleteado ofrece un claro beneficio en términos de eficiencia alimenticia, aunque esta ventaja está condicionada por el tamaño de partícula. Está bien establecido que el beneficio del peleteado es mayor cuando las partículas son grandes y disminuye cuando el tamaño es más pequeño. Además, el valor del peleteado se maximiza cuando se minimiza la presencia de finos, pero lograr una calidad consistente del pellet es un desafío. Algunos expertos han sugerido que múltiples factores influyen en la calidad final del pellet: alrededor del 40 % se relaciona con la formulación de la dieta, el 20 % con el acondicionamiento, otro 20 % con el tamaño de partícula, un 15 % con las especificaciones del dado y un 5 % con el enfriamiento.
El cerdo, como todos los mamíferos, es un homeotermo, lo que significa que puede —y debe— mantener una temperatura corporal central constante a lo largo de un rango relativamente amplio de temperaturas ambientales. Esto se logra ajustando la pérdida y producción de calor de manera que la temperatura corporal permanezca estable. En condiciones de termoneutralidad, las actividades de mantenimiento representan entre el 70 y el 72 % de la producción total de calor del animal.
La eficiencia en la utilización de la energía dietaria depende del sustrato: las grasas y los almidones son más eficientes que las proteínas y las fibras. Por lo tanto, el uso de dietas con alto contenido de fibra o proteína durante los meses cálidos del verano no es recomendable, ya que generan más calor durante el metabolismo. Si el cuerpo del cerdo produce calor en exceso, típicamente responderá reduciendo su consumo de alimento para disminuir la producción de calor y, así, el costo metabólico de disiparlo. Por el contrario, si el cerdo se encuentra en condiciones frías, dietas más ricas en proteína y fibra pueden ser beneficiosas debido al efecto térmico del alimento. Está claro que la composición de la dieta, en relación con el incremento calórico, puede contribuir tanto a mejoras como a reducciones en la eficiencia alimenticia.
El ambiente del cerdo tiene un impacto considerable en su desempeño. Por ejemplo, si la temperatura cae por debajo del umbral inferior crítico, la ingesta de alimento aumentará aproximadamente un 1,5 % por cada grado Celsius, y la eficiencia alimenticia se verá afectada negativamente. Se estima que este umbral crítico inferior es de aproximadamente 23–24 °C para cerdos de 25 kg, descendiendo a unos 15 °C cuando alcanzan los 100 kg.
Estos valores de temperatura crítica inferior (TCI) asumen que los cerdos están sanos, que el piso está seco, no hay corrientes de aire y que el galpón está bien aislado. Si alguna de estas condiciones no se cumple, la TCI se incrementa en 2 a 3 °C para compensar el efecto de enfriamiento debido a la humedad, corrientes, etc. Además, si los cerdos no están sanos —y, por lo tanto, no comen según su potencial— su TCI será considerablemente mayor.
A medida que los cerdos sufren estrés por calor, su ingesta de alimento se reduce en aproximadamente un 1 % (en cerdos en crecimiento) y un 2 % (en cerdos de terminación) por cada grado por encima del umbral superior crítico. Esta reducción en el consumo se traduce en un crecimiento más lento, por lo que los cambios en eficiencia alimenticia son sorprendentemente pequeños.
La forma en que se entrega el alimento al cerdo también puede tener un rol importante en la mejora de la eficiencia. Comederos mal diseñados, sumados a un manejo deficiente, pueden provocar un exceso de desperdicio de alimento y una eficiencia alimenticia más baja, o bien una ingesta insuficiente. Un comedero demasiado ajustado puede reducir drásticamente la ingesta y aumentar el tiempo que los cerdos pasan comiendo, disminuyendo así su capacidad operativa. El diseño del comedero determinará si un ajuste más estricto mejora la eficiencia reduciendo el desperdicio, o simplemente limita la ingesta y el crecimiento del animal. El ajuste óptimo dependerá de muchos factores, pero en comederos secos se recomienda actualmente que el 40 % del plato esté cubierto con alimento.

